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Blockchain, ¿qué es y cómo ha evolucionado? #10YearsChallenge

Por José Alberto Pérez — 23 de enero de 2019

Uno de los objetivos de las soluciones blockchain es la descentralización, no tener que depender de un tercero de confianza que registre las transacciones de los usuarios del sistema

El pasado mes de octubre se cumplía el décimo aniversario de la publicación, bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, del libro blanco donde se planteaba la creación de un nuevo sistema de pagos online con dinero electrónico y sin necesidad de intermediarios, el ya famoso Bitcoin.

Además de los principios criptográficos en los que basaba su solución, algunos tan conocidos como los de firma digital, se encontraban los esquemas de timestamping de Haber y Stornetta, cuya propuesta de encadenar mensajes encriptados inspiró el nombre de esta solución, Blockchain.

Desde su publicación, el término se ha extendido para referirse a todo un ecosistema que incluye: nuevos protocolos y tecnologías contables distribuidas (DLT); proyectos que las aplican; comunidades de individuos y consorcios de corporaciones que los adoptan, soportan y financian; y reguladores que intentan enmarcar toda esta nueva actividad en continua evolución.

Veamos algunas claves que han llevado a su rápida expansión.

Uno de los objetivos de las soluciones blockchain es la descentralización, no tener que depender de un tercero de confianza que registre las transacciones de los usuarios del sistema; permitiendo que cualquiera pueda participar en igualdad de condiciones, registrando la actividad acordada por consenso.

Para conseguirlo se implementan tres capas:

Una capa de consenso, donde se establece la confianza de los participantes en el sistema a través de un protocolo de consenso distribuido (Proof-of-Work en Bitcoin) que, como si un proceso de oposición a plazas públicas se tratara, incentiva a los nodos participantes a dedicar recursos de procesamiento y almacenamiento a cambio de poder obtener una recompensa en dinero electrónico (cuanto mayor esfuerzo estudiando, en principio, más posibilidades de conseguir una plaza pública).

La capa de red, una red P2P de nodos en cada uno de los cuales se ejecuta el algoritmo público, de código abierto, que valida y propaga las transacciones funcionales, agrupándolas en un bloque de tamaño determinado. Este bloque asocia un problema criptográfico (un examen, siguiendo el símil de la oposición pública) cuya solución, “arbitrada” por el protocolo de consenso, supondrá una recompensa en cibermonedas al nodo vencedor. De esta manera su bloque pasará a formar parte inmutable de la cadena final que almacena cada uno de los nodos.

Una capa de aplicación, que se implementa en el algoritmo, junto al protocolo de consenso, para establecer la funcionalidad del sistema, y que permite que quede registrada en la cadena una prueba irrefutable de quién es propietario de qué y qué ha sido gastado y recibido.

El éxito inicial entre las primeras comunidades de entusiastas de Bitcoin se debió, en gran parte, a las recompensas en cibermonedas que recibían por soportar el sistema (minería). Así que pronto se empezaron a lanzar nuevos proyectos que hacían más eficiente el protocolo y asociaban su propia cibermoneda (altcoins).

El siguiente paso fue desarrollar directamente nuevos sistemas de pago, como Ripple (2012), que basado en una DLT alternativa y con una comunidad corporativa, es actualmente usado por varios bancos y redes de pagos como infraestructura tecnológica de transferencia. O como Nxt (2013), que fue el primer sistema blockchain en implementar un protocolo de consenso de tipo Proof-of-Stake, utilizando una ICO para la distribución inicial de sus cibermonedas.

Manteniendo el foco en el sistema financiero, la empresa tecnológica R3 lanzó en 2015 su plataforma blockchain privada, Corda, liderando un consorcio inicial de entidades financieras.

Así, según el acceso que establecen las comunidades de estos sistemas, las soluciones blockchain se pueden clasificar en públicas, cuando están abiertas a que cualquiera pueda leer y ver las transacciones, como Bitcoin; y privadas, si solo son accesibles por un grupo concreto de participantes acordado previamente. Y a su vez, se dividen en sistemas con permisos, que permiten que solo un grupo selecto de participantes genere transacciones y verifique los nuevos bloques a añadir a la cadena; y sin permisos, que admiten que cualquiera contribuya y añada datos libremente.

Hasta ahora las iniciativas se centraban en evolucionar las capas de consenso y red para el sector financiero. Pero fue especialmente a partir de la aparición de Ethereum (pública) e Hyperledger (privada) en 2015, cuando los sistemas blockchain se lanzaron a extender su capa de aplicación y buscar nuevos casos de uso en todo tipo de sectores: comercio, cadena de suministros, logística, fidelización, seguros, energía, salud, educación, servicios públicos, identidad, etc.

A través del desarrollo de Dapps y smart contracts se empezaron a lanzar pruebas de concepto y pilotos que demostraban la eficiencia operativa que se conseguía y los nuevos modelos de negocio que permitía.

A día de hoy, al margen del volátil mercado de las cibermonedas y de un marco regulatorio “en construcción”, los sistemas blockchain se afianzan en las corporaciones respaldados por los principales agentes de la industria tecnológica, financiera, del software de negocio e independiente, de consultoría, de integración de sistemas, y de las instituciones académicas.

Los próximos años se presentan como una gran oportunidad para lanzar junto a otras grandes palancas de la transformación digital: 5G, IoT, AI, cloud o ciberseguridad, los nuevos modelos de internet del valor, smart city, movilidad o la industria 4.0.

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Jordi Meya
Jordi Meya

Líder de la Unidad de Negocio Technology

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